La
música mexicana es, a estas alturas, parte fundamental de la identidad chilena:
la tocan en las fondas, las canciones El rey y Cielito lindo están en
nuestra memoria colectiva y muchos habrían querido nacionalizar a Jorge
Negrete. Desde los años 30, los mariachis inundaron las radios y los festivales
de rancheras empezaron a celebrarse de Arica a Punta Arenas. Pero lo que casi
nadie sabe es que no solo los mexicanos han influido en nuestra cultura
popular, también viceversa: al sur de México hay un arraigado género llamado
chilena, que tiene su origen en la mismísima cueca tradicional.
Existen
dos hipótesis acerca de cómo llegó este ritmo a las costas pacíficas de México.
La principal se les atribuye a los cientos de chilenos que pasaron por el
puerto de Acapulco mientras migraban a Estados Unidos durante la fiebre del oro
de California entre 1848 y 1855. Y también se ha propuesto que pudo haber llegado
en 1822 cuando O’Higgins envió una flota a México para apoyar su independencia,
pero, como su arribo fue días después de que el gobierno colonial cayera, los
marineros chilenos se sumaron a la fiesta callejera bailando lo que sabían:
cueca.
Hasta hoy, en
México se cultiva con fuerza este género, sobre todo en Guerrero y Oaxaca. La
chilena contemporánea, que alterna solos instrumentales de cuerdas con coplas
de temáticas románticas, tiene como a sus principales exponentes a Lila Downs y
Susana Harp. Y aunque este ritmo fue adquiriendo otras influencias musicales
típicas de los sones mestizos mexicanos, aún en las chilenas es posible
encontrar los acordes de la clásica cueca.
Nota de la periodista Soledad Camponovo (2015)